lunes, 31 de enero de 2011

JUGUETES PRE-CINEMATOGRÁFICOS


No puedo resistirme y este es el momento perfecto. Desde hace ya algún tiempo que quiero publicar algunas reflexiones sobre ciertos aparatos que con el pasar de los años irían evolucionando para dar paso finalmente a aquella máquina reproductora y grabadora de imágenes que se haría llamar “cinematógrafo”  y que renovaría todo el campo de la animación conocida hasta el momento. Y también, para revalorar la capacidad creadora de innumerables genios que dedicaron su vida al afán de idear algún medio que fuera capaz de generar la ilusión del movimiento  y que porfiaron por buscar soluciones prácticas a este problema. Sin embargo, muchos de ellos son, hoy en día y  por mucha gente, simplemente olvidados o no tomados en cuenta de ninguna manera cuando se hace una recapitulación de los sucesos acontecidos en la evolución tecnológica, artística y social del cine.

DE LA CÁMARA OSCURA A LA LINTERNA MÁGICA.
Si bien los postulados para la creación de un lugar en donde se pudiera retener las imágenes del mundo real estuvieron dados por Aristóteles, no sería hasta la llegada del renacimiento, cuando  un hombre de clase alta y con estudios de óptica apareciera en el panorama. Este hombre sería Giovanni Batista della Porta (1535-1615) quien, partiendo de la idea de Aristóteles, y por medio de lentes convexos crearía las primeras cámaras oscuras  que vendrían a ser unas habitaciones a escala pequeña, totalmente herméticas y con un agujero en la parte frontal, por donde entraría la luz y proyectaría la imagen del lugar al que dicho agujero apuntase. Recordemos que al hablar de cámara se hace referencia a una habitación en latín. Se sentarían así las bases de lo que sería la captura de imágenes o de las primeras cámaras fotográficas, si así decidiéramos llamarlas. Lo cierto es que antes de construir una cámara oscura portátil que sería muy usada por los pintores de la época como herramienta para hacer sus bocetos, Della Porta hizo algunas a dimensión real, en donde realizó ciertos números teatrales para un público pequeño. Dependiendo del lugar y con actores que se situaban fuera del lugar y que desempeñaban ciertos roles, de acuerdo a lo planeado previamente. Se cobraban entradas, eso era cierto, y obviamente la proyección desde el exterior era a color. Así se sentarían las primeras bases para crear un público que se situara delante de una pared para ver un espectáculo de proyección.



¿Qué era lo que la gente veía? Era un público en su mayoría analfabeto e inculto perteneciente al  vulgo, y las representaciones de pequeños números de terror, como demonios o monstruos, alimentaban su morbo. Pero estos espectáculos llegaron a ser tan populares que, en algunos casos personas de estatus social más alto llegarían a verlos y a fascinarse con ellos. Por lo tanto podríamos decir que el morbo de la gente, sin importar de la condición social a la que pertenezca siempre se ha visto atraído por lo desconocido y lo grotesco.  Eso no ha cambiado mucho hasta nuestros tiempos pues es considerado más un tipo de comportamiento instintivo y subconsciente.

Otro elemento importante en el desarrollo pre cinematográfico y quizás el más importante fue la linterna mágica. Era una especie de proyector primitivo que seguía los principios de la cámara oscura pero a la inversa cuya función principal era la de proyectar, utilizando una caja con una vela en su interior, imágenes dibujadas y  pintadas a mano. El responsable de este invento fue el jesuita alemán Athanasius Kircher (1602-1680), un hombre polifacético con grandes aportes en distintas ramas del conocimiento. La linterna mágica nace en 1671 y se venderían hasta 1915. No tardarían los buhoneros y personas con ojos para el espectáculo en convertir a la linterna mágica en un medio con el cual obtener grandes ganancias.  Por aquel entonces se usaban placas con hasta seis imágenes que eran movidas por la ranura del diafragma con gran habilidad creando pequeños movimientos como narices que crecen, ajetreos de hojas de árboles, o rostros que mueven los ojos, entre otros. Los linternistas viajaban por diversas ciudades llevando aquel invento y haciendo gala de sus dotes como narradores, lo único que necesitaban era una sábana colgada en una pared y el show daría comienzo. Al igual que Della Porta, Étienne Robertson (1763-1837) crearía un espectáculo al que llamaría “fantasmagorías”, el nombre es más que obvio, este espectáculo fue un éxito rotundo en el París de finales del XVIII. Pero Robertson fue más allá, pues sus espectáculos consistían en proyectar desde detrás de una sábana colgada imágenes de demonios y seres de otros mundos, es más, utilizaba efectos de humo por medio de los pasillos de los teatros, y con la ayuda de otros operadores que caminaban por toda la sala proyectaban imágenes diabólicas en medio de la gente. Además, las linternas mágicas de Robertson estaban sobre un pequeño andamio con cuatro ruedas y que podían ser movidos de adelante hacia atrás o viceversa, creando un efecto de aumento de escala en las imágenes con lo cual conseguirían el pánico absoluto en la audiencia. No habría quien no gritara o quien saliera corriendo de aquel espeluznante lugar. Sin embargo, la curiosidad, el morbo y la novedad  acompañados del realismo de aquel espectáculo hicieron de las fantasmagorías un total éxito.







 Ya a finales del siglo XIX muchas familias aristócratas harían gala de sus propias linternas mágicas en sus hogares, pero haría falta algo más que ellos no tenían y eran las cualidades para hacer los cambios de escala y algunos movimientos duchos, los cuales eran consabidos por los buhoneros. Esa sería una razón válida para que todavía estos hombres errantes fueran llamados a hacer de las suyas en espectáculos privados. Muchos de los primeros cineastas europeos dijeron haber crecido aún con la linterna mágica como Igmar Bergman, cuyos padres fueron linternistas.

Habiendo sufrido bastantes cambios por su larga trayectoria, la linterna mágica, una vez más, reconfirmaría el espectáculo en grupo reunido en torno a una imagen proyectada. Se iría forjando cada vez más la cultura del espectáculo popular que a finales del siglo XIX ya se encontraba muy desarrollada, lo cual haría que todo este público, una vez inventado el cinematógrafo, acuda al nuevo invento que sustituiría a la linterna mágica como el principal modo de distracción popular. Otros sin embargo se mantendrían escépticos y no le darían buenos augurios al nuevo invento y se seguirían aferrando a la ya muy tradicional linterna mágica, razón por la cual duraría veinte años después de la invención del cinematógrafo.



UNA LUCHA POR LA SÍNTESIS DEL MOVIMIENTO
Fueron épocas de cambios vertiginosos y de aires de modernidad que se manifestaron con la invención de aparatos que simplificasen la vida del ser humano y la hiciesen más fácil, estábamos en una segunda revolución industrial y el mundo no se detenía. La mecanización lo inundaba todo. La medicina, la ingeniería, la informática, todo iba a pasos agigantados. En este contexto se planteó la ya muy conocida teoría de la persistencia retiniana de Mark Roget en 1824, que luego daría paso a innumerables inventos que lucharían por comprobarla. El taumatropo llegaría de la mano de John Ayrton Paris en la Inglaterra Victoriana y se haría muy popular como juguete para niños. Consistía simplemente en un disco con dos figuras a ambas caras y atravesadas por un cordel que al moverlo y hacer girar el disco rápidamente producía en él la sensación de que ambas caras se unían dentro de una sola imagen. Ayrton utilizó la imagen de un papagayo en un lado y la de una jaula en el otro, dando la ilusión de encierro del ave. Este invento fue presentado ante el Real colegio de físicos de Londres en 1824, dos años antes que Niepce inventara la primera fotografía. El taumatropo, por sencillo que parezca resumía brevemente el principio de persistencia retiniana, a la vez que inspiraría a otros inventores a llevar su imaginación a lugares inalcanzables.



Luego llegaría el fenaquistiscopio inventado por el belga Joseph Plateau (1801-1883) en 1832. Fue otro juguete directamente influenciado por el taumatropo. Se trataba de un disco con dibujos de un mismo objeto pero en posiciones distintas alrededor de éste. Tenía aberturas encima de cada dibujo por donde uno tenía que ver frente a un espejo para apreciar el movimiento que se realizaba. Más tarde, Plateau daría con que la cantidad mínima de dibujos para crear una síntesis de movimiento sería de 16 dibujos, muy cercanos a los 14 que se utilizarían en el cine mudo.






El zootropo inventado en 1832 por el matemático William Horner (1786-1837), quien también fue famoso por su teoría matemática para resolver ecuaciones algebraicas, fue en realidad un tambor con dibujos en el interior, y con unas pequeñas ranuras dispuestas por todo el exterior, para que cuando al girarlo pueda dar la ilusión del movimiento de dichos dibujos. En lo que el zootropo aventajaba a sus predecesores era en que éste podía ser usado por varias personas al mismo tiempo. Sin embargo este invento no se haría muy popular hasta 1862 de la mano de William Lincoln quien lo bautizaría con dicho nombre que significa “La rueda de la vida”




La importancia del zootropo es que influyó directamente sobre el praxinoscopio de Émile Reynaud (1844-1918)  en 1877. El praxinoscopio fue un tipo de zootropo pero con unos espejos angulados y que estaban dispuestos en el centro del aparato y permitían, de esta manera, que la animación sea vista por varios espectadores sin la necesidad de usar una ranura. El mismo Reynaud mejoraría dicho invento y patentaría en 1888 su conocido “Teatro óptico”.




Con el teatro óptico se llegaría al cénit imaginativo de los juguetes mecánicos precinematográficos, pues ya estábamos cerca a otro tipo de animación que utilizaría soportes fotográficos como la escopeta fotográfica de Marey, las cronofotografías de Muybridge o el mismo kinetoscopio de Edison. Sin embargo el teatro óptico llegaría a crear una especie de espectáculo de proyección tal y como lo conocemos hoy en día. Se trataba de una mezcla del praxinoscopio con la linterna mágica y con un soporte de bandas que tenían perforaciones a ambos extremos y que se iban colocando en los rollos, mientras un operador hacía girar ambos rollos en sentidos contrarios, a la vez que la imagen se proyectaba por una linterna mágica y se reflejaba sobre la pantalla. Otra linterna era usada para proyectar directamente a la pantalla el escenario donde se desarrollarían las animaciones reflejadas por el espejo. Recordemos que esta proyección se hacía desde detrás de la pantalla. El show se hizo llamar “Las pantomimas luminosas” y se presentarían por primera vez en el teatro Grévin de Paris el 28 de octubre de 1892. La laboriosidad de estas animaciones radica en que cada banda era pintada a mano y se necesitaban unas 14000  para hacer una proyección de 16 minutos (un verdadero trabajo de artesanía) como las que hizo Reynaud. Las historias presentadas eran claramente realizadas sobre un guión y rompían con el proceso cíclico de los anteriores aparatos. Las presentaciones de las pantomimas animadas fueron todo un éxito y solo se verían aplacadas con el advenimiento de los kinetoscopios de Edison y sepultadas con el cinematógrafo de los Lumière. A pesar de eso las funciones continuaron hasta 1900 y se calcula que 500 000 personas vieron el espectáculo. Hoy en día solo llegaron a nuestras manos las animaciones de Pauvre Pierrot, Clown et ses chiens y Autours d´une cabine; piezas que fueron conservadas por los hijos de Reynaud, puesto que él, en un ataque de cólera, debido a que su invento fue reemplazado por el cinematógrafo decidió lanzar todo su trabajo al río Seine.


Es así que con Reynaud nacieron los primeros dibujos animados, con un sistema muy similar al de los cinematógrafos actuales. Desde este momento, lo que se tendría que hacer era conjugar el campo de la fotografía con el de las animaciones. Los platos ya estaban en la mesa.


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